martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 3. Los músicos que no tienen hijos, porque ya los tienen.

Como mencionaba en el capítulo 1, cuanto más solo me siento, más escribo. Cuanto más escribo, más siento que aprovecho el tiempo. Cuanto más aprovecho el tiempo, más me exhibo emocionalmente. Cuanto mas me exhibo, más vulnerable soy, más me duele acordarme de quien no debo y cualquier mínimo estímulo puede hacer que mi cerebro hierva.

Así que creo que la mejor manera de aprovechar los ataques de nostalgia y tristeza es seguir escribiendo, seguir tocando, seguir cantando, seguir componiendo. En definitiva, seguir viviendo.

Vivir es terapéutico.

Siempre me he escudado en la música para sentirme menos solo.

Antes de empezar a tocar compraba discos. Ahora intento escribirlos.

Hasta hace bien poco he tenido el mismo tipo de problema que “John Cusack” sufría en “Alta fidelidad”. Siempre había esperado que las mujeres fueran como diosas que tenían que venir salvarme.

Los caminos que he tomado me han enseñado que no hay diosas ni dioses, sólo estamos nosotros mismos.

Todos deberíamos aprender a escucharnos para saber que es realmente lo que queremos.

Muchas veces preferimos ( por comodidad ) ir sentados como copilotos en el coche de la vida de otras personas, antes que aprender a conducir nuestro propio vehículo. Así, si nos estrellamos, siempre es más reconfortante y tranquilizador echarle la culpa a los demás.

Hay que ser fuerte y veterano para saber lidiar con las continuas visitas de nuetros propios demonios y ángeles. Requiere años de experiencia y dedicación.
 
Y con respecto al amor considero que se ha de ser muy consciente de quien es uno mismo, o de lo contrario acabas sin saber dónde empiezas tú y dónde acaba el otro.

Teniendo eso en cuenta, estar enamorado es el mejor invento que la humanidad ha creado y hay ratos en los que lo echo de menos.

Si retrocedemos en el tiempo, yo era un crío gordo, tímido, inseguro, siempre con problemas de salud, enfadado con el mundo, depresivo y con pensamientos suicidas. Ya no lo soy.

Simplemente porque después de muchos años de terapia, de muchas canciones escritas, de varias relaciones amorosas fracasadas y de muchas noches sin dormir, he acabado aceptando quien soy.

Sólo de una cosa me arrepiento, de no haberlo aceptado antes.

Soy un kamikaze, un soñador, un inconformista, un romántico incombustible…y en cierta manera, pese a todos los problemas personales que me han dejado marcas, soy feliz.

Raro se me hace leer esto: s-o-y  f-e-l-i-z.

Soy feliz porque toda la vida he hecho lo que he querido; he hecho y deshecho a mi antojo, he ido y he venido, he subido y he bajado, he sido noble y he sido un cabrón, he sido amado y he sido amante, he roto corazones y me lo han roto a mí.

Y durante todo ese deambular por el mundo como un cavernícola nómada he tenido varios hijos.

A algunos los abandoné, a otros les presté atención brevemente, otros me abandonaron a mi,  y sólo uno recibe una dedicación exclusiva desde hace tiempo.

Ahora mi primera hija acaba de nacer. Y mi tiempo se ha dividido en dos.

¿Que cabrón desalmado es capaz de abandonar a sus hijos y hablar de ello con total frialdad e indiferencia?.
Sencillo y complicado al mismo tiempo.

Mis hijos no son personas físicas, no son bebés cagones, son proyectos musicales que he ido creando  o en los que me he visto involucrando a lo largo de mi vida.

Ellos me han cuidado, me han hecho y me han visto crecer y a cambio yo les he dedicado todo mi tiempo, todo mi amor y toda la creatividad que mi cerebro en combinación con mi alma ha sido capaz de ofrecer.

Mis hijos han ido naciendo en determinados momentos claves de mi vida y en función de mi estado mental han adquirido un carácter u otro.

Mi primera experiencia con la paternidad musical se llamaba “ The Second Hand Store ”. Debía contar yo con 18 años de edad, más o menos.

“ The Second Hand Store ” era un proyecto bastante peculiar con tintes rockeros, sureños hippies y psicodelia.

Pantalones de campana, melena al viento, “Southern Comfort” a litros y un violoncello en vez de un bajo en la formación original.

No hay nada más excitante que ser adolescente e ir dándote cuenta de lo que se te va dando bien y descubrir lo que realmente te gusta.

Después de varios años no me quedó otra opción que abandonar a mi primer hijo. Ni crecía él, ni me dejaba crecer. ¿Quién desea ser padre a los 18?. Falta madurez mental.

Los hijos que vinieron después no me quisieron mucho y me dejaron o simplemente fueron intentos de embarazo que no dieron su fruto.

Pero si de alguno de mis hijos he de estar orgulloso, lo estoy de “ Junior Mackenzie ”.
Criar a Junior me ha costado parte de mi salud con visita a urgencias incluida, bancarrota, discusiones, rupturas amorosas y demás cuentos de aventuras desafortunadas.
Sin embargo con Junior he vivido y he conocido personas y situaciones que me han marcado y definido como lo que soy hoy en día. Y esto no hay fortuna que lo pueda pagar.

Junior ha tenido la gran suerte y honor de compartir escenarios y conocer personalmente a grandes músicos como “ Frank Black ”, “ Richard Hawley ”, “ The Kills ”, “ Radio Moscow ”, “ Zucchero ”, “ Gomez ”… y su padre se lo ha llevado metido en la funda de la guitarra acústica de mini gira por las Américas americanas. 

Sin embargo, la carga genética paterna determina un gran porcentaje del carácter de los hijos y “ Junior Mackenzie ” no iba a ser la excepción. 

Así que pese a estar atendido las 24 horas del día, 7 días a la semana, Junior creció para convertirse en un adolescente borrachuzo, obsesivo, negativo y en ocasiones déspota y prepotente.
Pero la naturaleza es sabia y sabe cuando es un buen momento para traer una nueva vida.  Y  “ Martina ” apareció justo en el momento preciso.

En un instante en el que su padre necesitaba una nueva luz, unas nuevas muletas en las que apoyarse y un nuevo empuje y fuerza para reeducar al adolescente borrachuzo que era su hijo mayor.

Y con respecto al nombre de esta nueva experiencia con la paternidad musical, su padre ha querido bautizar a su primera hija como “ MARTINA ” en honor a la fuerza, sensibilidad, empuje y energía especial que casi todas las  mujeres tienen y de la cual tantos hombres carecen. En honor a su madre, a su hermana, a sus abuelas y a todas las mujeres que le han marcado y han hecho que hoy sea quien y como es.

Cierto es, y mis amigos y mi madre lo saben, que desde bien pequeño he tenido la convicción de que el mundo seria un lugar muchísimo mejor si hubiese más mujeres en cargos en los que se toman decisiones de gran importancia.

Mientras “Junior Mackenzie” era todo negatividad, oscuridad y juego mental sucio, “Martina” me ha caído del cielo como una niña buena vestida con la ropa de paseo de los Domingos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario